Trayectorias de una conversación de café. Nueva York, un punto de inflexión: política y melodía.
- Dalila Flores
- 27 jun 2024
- 6 Min. de lectura
Por Dalila Flores
Hace unas semanas charlaba con alguien en un café de Madrid, de esas pláticas en donde el tiempo parece un breve segundo. Intercambiamos argumentos sobre opinión pública y espacio digital. Entre las trayectorias sorprendentes por las que puede huir la fragilidad de una conversación de café, uno de los conceptos que emergió fue el de “ficciones políticas”.
La persona frente a mí desconocía el concepto y creo que valdría la pena exponerlo más allá del café en el que surgió.
Vayamos por partes, “ficción” más “política”.
Para el término de “ficción”, desde su etimología, se le asocia con algo que se pretende que es cierto y/o tangible cuando en realidad no lo es. En palabras sencillas, un elemento que carece de realidad y tangibilidad. De esta forma, al verlo de manera cotidiana, existen muchos elementos que implican ficciones y que se construyen en —y por— la sociedad para enfrentarnos a la realidad, por ejemplo, el término de “nación”, “ecuación” o “democracia”; así, una ficción puede equivaler a una construcción simbólica colectiva para resolver algún problema, establecer fuerzas o fijar relaciones.
Por otro lado, “política” implica pensar más en un proceso que en un concepto estable. Un proceso que se edifica sobre determinadas ficciones y las fricciones que se dan entre estas, requiere creer en ciertos ideales que nombramos como “propuestas”, “ideal de nación”, “posturas”, “partidos políticos” o algunas figuras (que en sí mismas son representaciones de un paquete de imaginarios). De la misma forma, para teóricos como Jacques Rancière la existencia de la política se da cuando hay una disrupción de un orden específico y, un orden per se, no puede ser delineado sin elementos imaginarios que esbozan un “ideal” a ser construido, adoptado o alterado. Por tanto, todo proceso político se sostiene de ficciones cotidianas.
Así, una ficción política representa una construcción imaginaria con la que los individuos marcamos presencia y participación dentro de los sistemas colectivos.
Ahora bien, caminado aún con Rancière, podemos ver que la política es una forma de determinar e irrumpir una distribución específica del terreno de lo sensible (llámese sensible a aquello que delimita los espacios de lo común en relación con un orden social (Rancière, 2012)[1].
Para este desarrollo, he encontrado en un ejemplo afable una forma de detallar cómo, imagino yo, se va construyendo este tejido simbólico desde lo más cotidiano.
Elegí el caso de la saga de Ghostbusters por dos sencillas y egoístas razones: la primera porque me llega al corazón de manera personal por cuestiones geográficas, familiares y de amistades; la segunda, porque esta saga también tuvo presencia en aquel café.
La primera película de Ghostbusters se estrenó en 1984 y toma lugar en la ciudad de Nueva York. Un Nueva York que acoge hasta hoy en día, grandes representaciones históricas y gran importancia política: recordemos el movimiento juvenil de Occupy Wall Street en el año 2011. La película posee una narrativa pintoresca, cómica y enfocada en temas paranormales. Tres amigos desempleados comienzan una empresa para “atrapar fantasmas”. Pero la narrativa no es el foco principal de este escrito sino el “porque” llegó a tener —o tiene— relevancia alguna. Ghostbusters hoy se esgrime como un símbolo cultural y un atractivo turístico de la ciudad de Nueva York —ojo aquí, de Nueva York—. En la calle 14 N Moore Street se sitúa la locación principal de la película y es invadida casi diariamente por turistas que buscan fotografiarse frente al famoso logo del fantasma.
Sin soltar el hilo de las ficciones políticas, Ghostbusters ha logrado consolidarse como una construcción simbólica que juega, se mantiene y dirige miles de imaginarios cuando se piensa en “Nueva York”, desde la biblioteca pública de Stephen A. Schwarzman Building hasta el Lincoln Center, todos se delinean bajo la atmósfera de la experiencia cinematográfica ¿cómo una creación de este tipo irrumpe nuestras construcciones imaginarias para consolidar una nueva articulación? ¿cómo se inserta entre nuestro repertorio sensible? Podemos aquí comenzar a rastrear el factor de la música.
“Who you gonna call?”
Al escuchar los soundtracks de la saga, el hilo conductor que narra la música es de resaltar. Para el primer álbum, una melodía en piano, acompañada con alientos y cuerdas, nos sitúan en un Nueva York pizpireto y un tanto rutinario. Esta atmósfera auditiva va creando un juego de signos que relacionan la película con un determinado ritmo y color con el que se juega a lo largo del filme. El matiz cambia cuando aparecen escenas relacionadas con lo paranormal o con alguna emoción contrastante a ese Nueva York capitalista, muy acorde a la propia situación de los protagonistas, quienes son echados de sus trabajos precisamente por “irrumpir” el sistema. Una semiosis entre la música y la situación hace que la audiencia permanezca en su asiento porque trastoca partes de lo sensible que descansan en la construcción del imaginario, la identificación y más adelante, la representación.
Además de la atmósfera creada por las notas musicales, en el juego de los signos hacia la construcción de las ficciones políticas, Ghostbusters tiene otra peculiaridad: el famoso tema principal. La canción interpretada por Ray Parker Jr. estuvo en las listas más importantes de popularidad por casi un mes y rebrotó en el año 2008 con el simple anuncio de que la franquicia estaba en planes de su continuación (Sciretta, 2008) ¿por qué no regresó el producto visual a los primeros lugares?
La película no puede ser re-producida por nuestros cuerpos, pero la música sí y dicha potencia, representa un pronunciamiento. No por nada el oído es el dispositivo del cuerpo por el que no solo escuchamos, sino que mantenemos balance.
Gráfico 1. Trayectoria de popularidad del tema principal de Ghostbusters (Billboard Database, 2024).
Ahora bien ¿qué tiene que ver esto con las ficciones políticas?
El pronunciamiento y la reproducción de ciertos contenidos de la cultura popular implica una inscripción y desglose de nuestras herramientas de lo sensible, una creación de espacio dentro de nuestros propios márgenes, es decir, al reproducir y jugar con este tipo de símbolos, estamos en la creación de trayectorias imaginarias dentro de nuestras concepciones y marcos mentales. La capacidad que tiene la melodía de Ghostbusters de introducirse y reproducirse en nuestro cuerpo —y que se delinea desde el soundtrack inicial—, la marca como una coordenada de reconocimiento de la ciudad de Nueva York, de ciertas asociaciones emocionales, de fijación de símbolos y de órdenes.
Ghostbusters narra en su núcleo la pugna de tres estudiantes rechazados por un sistema (en este entonces liderado por Ronald Reagan) que logran emerger a través de la disidencia. Cuando mezclamos esa rebeldía con un beat como el de Ray Parker Jr., lo reproducimos en nuestras mentes y a través de nuestras cuerdas vocales, construimos un significado; lo apropiamos, sí, pero al mismo tiempo, validamos, engrosamos un símbolo y le damos fuerza de representación… para representar Nueva York: una ciudad donde la disidencia configura.
Así, un blockbuster como lo fue Ghostbusters, se va introduciendo en el imaginario como una ficción política-cultural, ya que esta es suficientemente fuerte para redireccionar voluntades hacia una línea específica de metro (para visitar el lugar que despierta la melodía) o potenciar geografías, dándole vida a la ciudad de Nueva York, es decir, esgrimiéndola como el hogar para la pugna y las fracturas del sistema.
Pero ¿es realmente Nueva York un espacio de posibilidades o la contención de los mismos?
Habría que pensar que quien posee la voluntad de las trayectorias, posee sus posibles relaciones. Productos cinematográficos como estos, sostienen ficciones que redireccionan y engrosan centros de poder, así como sus órdenes estructurales que trascienden de la manera más “orgánica” desde la sencilla reproducción de un tema musical.
Así que, a la persona del café, le diría que vivimos sumergidos en una red de ficciones políticas que sostenemos y reproducimos mediante los sentidos de nuestro cuerpo a veces de manera tan sutil que somos víctimas de las reproducciones de determinados órdenes y regímenes que valdría la pena cuestionar ¿hacemos política con los sentidos o reproducimos un estado inerte de ciertas distribuciones relacionales?
I do wonder…who you gonna call?
REFERENCIAS
Billboard Database (19 de junio 2024). Ghostbusters. https://elpee.jp/single/Ghostbusters/Ray%20Parker%20Jr./
Rancière, J. (2012). Malestar en la estética. Clave Intelecual.
Sciretta, P. (2008). Big Ghostbusters Announcement?!. https://www.slashfilm.com/498343/big-ghostbusters-announcement/
[1] Al lector que le parezcan extremadamente rebuscados estos términos e hilos (yo misma estuve ahí), le invito a que nos busque y con gusto armamos una buena charla.
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