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Una raíz no es lo mismo que una semilla

Actualizado: 24 jun 2024

Entrevista a Mariela Richmond

Por Joaquín Arteaga


Durante mayo, uno de los meses más calurosos del año en Guadalajara la arteducadora costarricense Mariela Richmond viajó a la Casa Taller José Clemente Orozco para una residencia artística. 


Con el apoyo de fundación LA ESCUELA —una plataforma conducida por artistas para el aprendizaje radical en espacios públicos— Mariela impartió charlas, asesorías a estudiantes de mediación cultural y un taller dirigido a interesados en el teatro, el arte contemporáneo y el arte educación. Durante su estancia en Guadalajara los temas recurrentes fueron el proceso creativo, la relación que hay entre el cuerpo, lo tangible y la memoria; por último, la importancia de reconocer el papel del arte en la construcción de vínculos sociales.

Para mi fortuna, pude asistir a la charla que dirigió Mariela Richmond para mediadoras culturales. Y surgió la oportunidad de platicar con ella. Durante nuestra charla, Mariela me recordó la importancia del asombro y del valor de la contradicción, además me regaló un par de preguntas: ¿Por qué es importante saber cosechar para los artistas? y ¿Qué tienen en común las arañas y los activistas?


Para poder seguir el camino de estas preguntas, Mariela Richmond aceptó contarnos más sobre su proceso creativo en esta entrevista.




Joaquín: Hola, Mariela ¿Cómo te encuentras de vuelta en Costa Rica?


Mariela: Hola, estoy llegando a Costa Rica. Yo vivo en Heredia que es una provincia cerca de las montañitas, un poquito retirado del centro de San José que es la capital.

Por el momento hay muchas cosas que pensar, porque la residencia en Guadalajara fue una especie de paréntesis donde pude parar la maquinita, el acelere diario, y preguntarme por las dinámicas propias y también por las del contexto en donde vivo. Entonces vengo muy contenta, con preguntas y con muchos pendientes, pero también con mucha necesidad de mapear y gestionar las posibilidades entre Guadalajara y Costa Rica.


Joaquín: Gracias por atender a esta entrevista. Una de las cosas que me sorprendió mucho de escucharte acá en Guadalajara fue la cantidad de proyectos en los que participas, por mencionar algunos, recuerdo el #ColectivoLasHartas en donde trabajas con performance y artivismo en el espacio público; o en Satisfactory y LaRuidosaOficina en donde la investigación y la mediación cultural se vuelven prácticas centrales. Además, trabajas con otros proyectos en donde el arte y la educación acompañan procesos comunitarios y educativos como es el caso de #escuelitadelatierra con el colectivo Mojojoy Agri-Cultura.


¿Cuáles crees que sean los principales retos de trabajar en colectividad?


Mariela: Todos los colectivos que mencionas son ciertos. Están presentes en este momento, algunos más encendidos que otros, una de las principales búsquedas es la confianza, para mí, ésta permite que los procesos se puedan pausar por un tiempo y se aceleren en otros momentos del mes, del año, de la semana y vuelvan otra vez a un estado de letargo, comprendiendo que los tiempos son relativos y en muchas ocasiones hay que rearmar los procesos.

Por otro lado, los colectivos con los que trabajo se financian de manera independiente, por lo que muchas veces, si no hay recursos para sostener la práctica o la investigación que se esté haciendo se trabaja por periodos de tiempos y luego se pausa el trabajo hasta que encontremos otro recurso, el deseo o la posibilidad de las personas del colectivo que hagan posible encontrarnos y podamos hacer juntas.

Hay una definición de colectividad que me gusta mucho de Bruno Latour y que utiliza en el libro habitar la Tierra; y es que la colectividad está conformada por colectores y estos colectores son justamente los que van trayendo eso que se colecciona. Entonces yo considero que mucho de mi trabajo parte de traer estos saberes desde otros lugares a coleccionarlos con otras personas. Estas colecciones muchas veces necesitan ser activadas, de diferentes formas para que funcionen, por ahí es donde el arteducación funciona como el canal.

La escucha, es también fundamental en el colectivo. Escuchar las necesidades de las personas con las que una está trabajando, escuchar las necesidades propias y después pensar en las posibilidades, los recursos y el deseo. Partir de la co-responsabilidad. ¿Cuál es el punto de partida para iniciar un proyecto con múltiples voces? ¿Cuál es la necesidad que una tiene dentro de ese colectivo?

Si no hay deseo, es muy difícil que haya colectividad y si el colectivo no le está ofreciendo a uno o a varios de los miembros lo que necesitan, tampoco va a funcionar. Hay muchas variables que influyen. En mi experiencia, hay que nutrir constantemente al colectivo, darle seguimiento —cuando este colectivo esté conformado— optar por la disciplina, no dejar de hacer a pesar de todas las adversidades, parar sí, pero tratar de seguir tejiendo. Y desde mi práctica como arte educadora centroamericana, los obstáculos son pan de cada día. Entonces, una de las fuerzas de las resistencias del trabajo colectivo es seguir, que el colectivo sea una escuela donde sucede la investigación, pero también el goce, el error, la pregunta.


Joaquín: Durante tu residencia en Guadalajara recuerdo haberte escuchado describir parte de tu trabajo como el custodiar procesos, esta descripción me gusta mucho porque me hace pensar en prácticas como la mediación cultural o la curaduría desde ejercicio mucho más social, me hace pensar en la propuesta de la gestión cultural de no solo fijarnos en los resultados cuantificables al diseñar proyectos sociales ¿nos puedes contar más sobre la idea de nutrir el suelo en el que sembramos proyectos culturales?


Mariela: Me estás preguntando sobre dos conceptos, el de custodiar los procesos y la nutrición del pensamiento. En si la palabra custodia me parece muy bonita porque tiene inmerso el cuido y tiene inmerso, al menos para mí, el archivo. Entiendo el archivo no solamente como archivo de papel u objetos sino como procesos. Hay entonces que hacerse de qué hacer con esos archivos que se generan. ¿Cómo se les da seguimiento o se mantienen guardados o colectados ahí por un tiempo? ¿Los repartís, los distribuís, los publicas...? ¿Qué haces con eso que producís?

Si produzco archivos que son vínculos; esos vínculos se tejen con el tiempo, posibilitan otras formas de ver durante su transcurso.

Entonces, me interesa hacer con esa mirada de la colección o custodia de archivos o vínculos, poder mirar desde diferentes ángulos,

somos una sociedad bastante ocular-centrista, considero que cuando ampliamos las otras miradas, se abren caminos de investigación.

Entonces, no solo te dedicas a mantener un archivo en las mejores condiciones, sino que estás pensando en las miradas que generan ese archivo.

Con respecto a la nutrición de pensamiento. Esa es una imagen que viene más de la agricultura orgánica y es darle posibilidad a la diversidad de coexistir con nosotros.


Desde esta perspectiva, se busca sobre todo cosechar suelo fértil; no es tan importante la cosecha: la lechuga, el brócoli o la cebolla, porque estos alimentos son consecuencia de la fertilidad del suelo.

Entonces, si pensamos esta misma imagen sobre los procesos de creación, no nos interesará el resultado final del taller que mediamos, de la exposición que curamos o del proyecto que gestamos, sino, nos va a interesar generar preguntas o engrosar el corpus de trabajo del colectivo,

las preguntas pueden generar una tierrita fértil en el proceso, que puede germinar en un fondo económico o en investigaciones más a largo plazo, por ejemplo.

Como mediadoras y trabajadoras del arte, hay una especie de enfermedad llamada “proyectitis”, donde estamos buscando resultados y resultados, pero no ubicamos lo que se estamos haciendo por debajo, ¿Cuáles son esas raíces interconectadas? ¿Cuáles son las preguntas y procesos a-tierrizados? ¿Cuáles son las decisiones políticas que se toman debajo de la tierra, esas gestiones invisibles? …Quizá las respuestas a estas preguntas generarán posibilidades de cosecha tiempo después.


Entonces, la nutrición del pensamiento, el pensamiento compost y el archivo semillas como proceso creativo son un préstamo que mezcla textos entre Silvia Rivera Cusicanqui, Ana Primavesi, Donna Haraway y Ros Gray y Shela Sheikh, con la tierra miserable. En las referencias les dejaré algunas otras anotaciones.


Joaquín: Tengo muy presente la distinción que hiciste entre una semilla y una raíz. Mencionabas que la potencia del arte, como sucede con las semillas en los procesos de siembre, solamente crece cuando tiene raíces fuertes, cuando el suelo del que se nutre es se ha cuidado por varias temporadas de siembra y cosecha. En este sentido, ¿Qué papel tiene el tiempo en tu proceso artístico?


Mariela: El tiempo es fundamental para la germinación. En muchas ocasiones no hay una germinación evidente, no solamente en la tierrita, sino en los procesos... y no pasa nada.

Lo que va de la mano con el tiempo es la disciplina, reconocer que una está haciendo algo más que accionar en el presente. El agroecólogo Jairo Restrepo dice que en los procesos de siembra siempre vamos tarde. Es decir, ya teníamos que haber estado sembrando antes, porque son largos los procesos. Si siembras una lechuga son varios días para que germine, luego para que se forme la plántula, para luego meterla en la tierra... faltarán 3 meses para poder cosecharla, faltarán 4, 5, 6 meses para tener de nuevo una semilla y después hay que esperar a que esa semilla seque para guardarla o para resembrarla. 


Son procesos lentos, pero circulares, semillas que generan semillas de nuevo, hemos olvidado que el tiempo está muy occidentalizado pensado en rectángulos o en las líneas, como el scroll del teléfono, pasando hacia arriba. Estamos cada vez menos arraigados al tiempo circular maya o hindú, que es con un ciclo mucho más orgánico y mucho más cercano a los procesos vitales, circular. Matricularnos nuestros procesos en un pensamiento que se parece más a una espiral o a un rizoma (hacia adentro y hacia afuera) podría ser más interesante y provechoso.


Joaquín: También me llamó la atención tu capacidad para nombrar procesos e imaginar escenarios e historias. Me parece relevante que la memoria y la imaginación son pilares de tu proceso creativo incluso cuando esto parece ir en contra del ritmo acelerado del mundo artístico, y de los intereses comerciales que explotan la cultura como recurso. Para finalizar la entrevista, me gustaría saber: ¿Qué haces para seguir imaginando? 


Mariela: Bueno, qué pregunta más difícil… acabo de terminar de respirar profundo. Lo primero que pienso es en cerrar los ojos. En ese acto tan poderoso de estar hacia adentro imaginando otros mundos posibles, otras realidades, otros colores, otras conexiones dentro de ese mundo imaginario; y no estar todo el tiempo con la mirada hacia afuera, hacia lo que ya conocemos, conectar con los saberes que tenemos, la raíz que tienen un lenguaje autónomo por decirlo así. Después pienso en una especie de araña que puede trabajar en diferentes espacios y con diferentes personas, y lo que eso genera, esa transformación.

Por ejemplo, ayer domingo di un taller de agricultura para niñxs muy muy pequeñxs dos y tres años, recién aterrizo de la residencia en Guadalajara, donde estuve varios días con arteducadoras que me acompañaron con muchas preguntas alrededor de la enseñanza pero también de la creación en general, algunos procesos más cercanos a la racionalidad, al conceptualizar, a buscar referentes, otros más cercanos al juego, a la experiencia, a los sentidos, al placer… el paso de estar con este grupo de personas súper nutridoras a mi pensamiento y acompañar a esta asamblea de niñes, en mi tejido como arteducadora es lo que genera otras posibles ideas, formas de mirar y atravesar.

Lxs niñxs despiertan el juego, las preguntas, cambian la escala, eliminan palabras e inventan otras; mezclan cosas, sinceridad total, a los y las adultas nos cuesta salirnos de las estructuras conceptuales, estamos muy escolarizados y eso nos atrapa en unos esquemas de pensamiento a veces muy complejos, está bien estar migrando de un lugar a otro, trabajar con personas que no se parecen a nosotras, que están en el mismo canal, buscar que las formas de pensamiento sean distintas, que haya disensos, que encontremos puntos de encuentro y puntos de desencuentro, y  que eso sea lo que lo que vaya nutriendo nuestra diversidad imaginativa.



“Pensamiento composta” dibujo digital, 2024. Cortesía de la artista. 



“sin título” dibujo digital, 2024. Cortesía de la artista.

“varias vidas” dibujo digital, 2024.  Cortesía de la artista.

“Dia dos” dibujo digital, 2024.  Cortesía de la artista.


Foto registro de la residencia de Mariela Richmond en Casa Taller Orozco, 2024.  Cortesía de la artista.



Foto registro de la residencia de Mariela Richmond en Casa Taller Orozco, 2024.  Cortesía de la artista.



Glosario: Procesos a-tierrizados, escuela, lo comunitario.


Referencias


Si quieres conocer más del marco conceptual desde el que trabaja Mariela Richmond, puedes consultar los siguientes titulos propuestos y descritos por la misma artista:


Las historias de Camille: los niños del compost. Donna Haraway es una piedra angular para los temas que giran alrededor del habitar nuevas formas de estar y ser en la tierra, en Los niños del compost, Haraway propone la figura de los palabreros de la muerte, cuya tarea es sentipensar y traer a la vida las cosas nuevas de la tierra, las formas de vida emergentes y nuevas clases de seres, habitantes de un planeta en constante evolución.


La Cartilla del Suelo: Cómo reconocer y sanar sus problemas, fue editado en septiembre de 2009, escrito por Ana Primavesi al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra – MST, Brasil y a las Organizaciones Sociales del Campo articuladas en la Vía Campesina Brasil, una guía práctica para reconocer el hábitat del cual somos parte.


La Tierra miserable: conflictos botánicos e intervenciones artísticas, es un texto donde Ros Gray y Shela Sheikh u reivindican la multiespecie, trabajar -con, invita hacer visibles a los «trabajadores invisibles de la tierra»: pensar en los gusanos como gestores o entender la Tierra como una red orgánica viva que involucra a un gran número de criaturas (también a los seres humanos) implica una modificación del uso del lenguaje en relación a la gestión y los servicios de la tierra.


Hechicerías para transformar(nos) el mundo, es una relatoría expandida, donde a partir de ejercicios de encuentro y acción escénica, se imaginan y activan diferentes formas de transformación de mundo, entendiendo “el mundo”, como ese contexto en que participamos y del cual – sin la ausencia de contradicciones y tensiones– nos sentimos parte. Es un manual en el más amplio sentido de la palabra. Nació a partir de un taller que impartió Ana Harcha Cortés en Costa Rica, el cual se activó mediante una serie de conjuros y tejidos que entrelazan las posibilidades matéricas con los cuerpos deseantes de transformaciones micropolíticas, estéticas, afectivas, conceptuales en el que colaboré con la escritura y la coedición.

 

 

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